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Cuando una madre tiene una niña, se la imagina de rosa: en color, en delicadeza y hasta en vestimenta; sin embargo, con el tiempo uno va aprendiendo que Dios pinta en colores y formas diferentes a cada hija o hijo.
Tú me has demostrado eso, que tienes muchos colores bellos y que
llevas dentro tu propio color. Me has enseñado la construcción de la
originalidad en la vida, me has enseñado a ser mamá a ser amiga, a ser
compañera de camino.
Hoy quiero darle gracias a Dios, por
la vida, y porque me ha dado la oportunidad de acompañarte, de apoyarte
y de mostrarte algunos caminos. Te confieso que muchas fueron las veces
que sentí que este día nunca llegaría, y mira.
Sé que no puedo vivir la vida por ti, ni me gustaría hacerlo,
porque cada ser humano tiene una misión especial a la cual ha sido
llamado.
Sigue siendo noble y buena, sigue responsable con tu vida y
con todos los riesgos que asumas, sigue encontrando muy dentro de ti la
intuición, la razón y el sentido común para vivir.
Escucha siempre a tu corazón y lo que te pide; sigue tus
sueños, lucha por todo aquello que crees; arriésgate, lánzate, y, si
es necesario juégate la vida, porque al final, se debe vivir con valor,
con coraje, con pasión.
Nunca te tornes cobarde ante las adversidades ni problemas, ni
huyas de ellos. Recuerda que estamos llamados a evolucionar humanamente y
a perfeccionarnos en el amor, por eso ama. Ama todo lo que haces, ama
este universo maravilloso donde Dios nos ha puesto y quiere que
florezcamos.
Que tu corazón no conozca nunca la envidia, el rencor, la
hipocresía, la deslealtad, porque son sentimientos inferiores,
reservados para los mediocres. Nunca pases la factura de tus derrotas y
falta de realizaciones a quienes te rodean, porque eso te hará
antipática, te hará una mujer amargada e infeliz y te hará descargar en
los otros la responsabilidad que solo te corresponde a ti. Reconcíliate
al final de cada día contigo misma. Ámate. Recuerda que se necesita
realmente poco para vivir, y mucho te hace falta por estudiar, por
trabajar, por conquistar y descubrir, pero cuidado, nada nos llega
gratis. La felicidad no es una meta, ni hay fórmula para encontrarla,
porque se construye día a día. Y esta es la vida, de muchos caminos,
opciones, elecciones, buenas y malas, alguna lección nos dejan.
Sé que no soy una madre perfecta; algunas veces soy un poco
loca y un poco cuerda, pero te quiero agradecer también por aceptarme y
amarme así. Quiero que sepas que mientras Dios me permita la vida,
seguiré a tu lado, respetaré tus decisiones y no te pediré que actúes
contra tu voluntad, pero sobre todo quiero que sepas, que siempre te
amaré.
Firma: La Mami
Tomado de la web
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